Cuando yo empezaba mi carrera, en el Teatro María Guerrero,
estaba también en el elenco, una actriz llamada Luisa Rodrigo, muy apreciada en
la profesión. Esta actriz, tenía el problema de ser muy despistada.
En una obra en la que tenía que salir gritando ¡¡ Mí hijo ha
tenido un accidente!!, salió diciendo, distraídamente, ¡¡ Mí hijo está muerto!!.
Al darse cuenta de que al final de la representación, el hijo salía ileso, hizo
una pausa, y sonriendo, añadió ¡Pero sólo un poco!
Otro día, se le paró el reloj, y llegó tarde a la representación.
Cuando subía la escalera, hacia su camerino, escuchó a los actores, y dijo ¡Vaya
susto!, creí que llegaba tarde, menos mal que han empezado por el segundo acto!
En la misma compañía, había una actriz, de la que me reservo
el nombre, que se enamoró del galán. Todos sabíamos que engañaba al marido,
todos, menos él. Hasta que un día un amigo, le dijo al marido ¡Tu mujer te
engaña con fulano!. El matrimonio tuvo una gran pelea, y ella , que era muy
buena actriz, le juró llorando, que era una infamia. El marido al fin, se quedó
tranquilo. A los pocos días, un actor muy mayor de la compañía falleció, y
todos los compañeros fuimos a su entierro. Oímos discutir a la pareja. El marido le decía. ¡No
haces más que mirar a fulano!, y ella le contestaba. !Estas absolutamente
loco!. Cuando volvíamos a los coches, oímos estupefactos gritar al marido con
voz de trueno ¡Haz el favor de bajar de
ese coche!. La actriz, llevada por la costumbre, se había subido al coche del
amante. Como es natural, el matrimonio se separó, y ambos se despidieron de la
Compañía. Curiosamente, el galán, siguió contratado, puesto que al Director le
encantaba como Actor.
Y termino con la inefable Luisita Rodrigo. En una obra de
Pirandello, que se titula “Así es si así os parece.”, al final del primer acto,
Luisita tenía que decir “La he visto, Ella está aquí!, a continuación yo decía
¡Dios mío!, y caía el telón. Cuando llegó el momento, ví que Luisita no decía
nada, no me daba el pié para yo dijera mí frase y así bajara el telón. La miré, la hice señas, y ella me sonrió sin
entender nada. Pasaron por mi cabeza, varias cosas. Yo pensaba, tengo que decir
¡Dios mío!, pero el público va a pensar también ¿A qué viene esa frase? También me dije..!Han pasado varios segundos!,
y dirán, que, a quien se le ha ido la letra es a mí. Al final me la jugué, dije
¡Dios mío!, y cayó el telón. Luisita se dió cuenta del despiste, y levantándose
de la silla, para disimular me gritó ¡¡Niña, que sea la última vez, que cuando
yo haga una pausa larga, para dar más énfasis al final de acto, me cortes la
frase!!. Todos nos caímos al suelo, muertos de risa, pues la pausa había durado
casi un minuto. Luisita se fue a su camerino gritando.- ¡No se a que viene este
pitorreo!.
¡Qué curioso el mundo del teatro por dentro!
ResponderEliminar